Mi lazo en la práctica artística ha estado representado durante casi toda mi experiencia por la pintura, la cual se ha convertido en el vehículo ideal para mostrar lo que significa mi diario andar por la vida. Un objeto, un paisaje, un ser vivo, pueden convertirse en detonantes de ideas que producen el punto de partida hacia las reflexiones actuales que presenta mi trabajo.
En la actualidad, los crecimientos desmesurados de las ciudades han originado que, para el hombre, el entorno inherente sea el urbano. Para el humano, los paisajes más comunes están llenos de estructuras ideadas por él mismo. En este ambiente es fácil que se desarrolle una desvinculación social de su propio entorno global y crea un individualismo exacerbado que propicia que los espacios, los paisajes, sean ignorados. La pintura es el método que utilizo para que la gente observe sin intermediarios mi opinión acerca de dichos eventos.
Mis recientes pinturas están construidas indagando en la representación pictórica de “no−lugares” de la Ciudad de México, sitios que no son observados a fondo y que aunque son transitados con cotidianidad, se convierten en espacios que no pertenecen a nadie y que continuamente pasamos de largo; estos últimos se conjugan con elementos oníricos, en la búsqueda de una visión más amplia del término paisaje.
Febrero, 2014.